domingo, 20 de marzo de 2011

Seis razones por las que no funciona la Política Exterior de la UE

Estamos viviendo una nueva crisis mundial con el conflicto libio. Cada vez que la UE vive una crisis internacional (conflicto de la antigua Yugoslavia, invasión de Irak, crisis israelíes-palestinas…) hemos padecido un caos político europeo. Las reformas del Tratado de Lisboa apuntaban hacia una mejor coordinación en la materia, pero la realidad vivida, solo ha demostrado que el caos continúa. En el rompecabezas de la Política Exterior de la UE las piezas siguen sin encajar:

1. El Presidente permanente de la UE y la Alta Representante de la política exterior y de la seguridad común.

Los nombramientos de Van Rompuy y Catherine Asthon son el resultado de negociaciones a que compensan ideologías, apoyos estatales (acuerdo franco-alemán en el primer caso, presión británica en el segundo), pero ninguno de los dos elegidos tiene el peso específico internacional y, mucho menos, la “autoritas” para dirigir e impulsar, de propia iniciativa, en el caso del Presidente, las situaciones de crisis internacionales; y, en el caso de la Alta Representante, para liderar la política exterior de la UE, tanto internamente, como en el exterior.

Asthon ha realizado un esfuerzo memorable en la crisis árabe, pero no tiene el poder suficiente sobre los Estados para presionar y condicionar acuerdos y, mucho menos, para que, terceros Estados la consideren la Superministra de exteriores de la UE. Sólo recordar que logró visitar Egipto, una vez que el premier británico –Cameron- visitara dicho país.

El mundo se sigue preguntando a quien tiene que llamar cuando toca hablar con Europa.

Ambas personalidades, demuestran las dotes de grandes Altos Funcionarios, pero no tienen el respeto, ni la consideración internacional. Conforme pasa el tiempo, tengo más claro que, ambos cargos tienen que ser ocupados por ex primeros ministros de Francia, Gran Bretaña o Alemania. Y, si me apuran un poco más, el cargo de Alto Representante debería ser exclusivamente francés o británico, estados con una capacidad y un potencial diplomático muy distante con respecto el resto de los Estados miembros.

2. Los intereses nacionales versus los intereses europeos

En todo el proceso de llegar a una posición común, inicialmente, en la crisis árabe, en general y, posteriormente, en los casos egipcios y libio, en particular, Italia manifestó unas posiciones muy contrarias a condenar y, sobre todo a aprobar sanciones contra Murabak y Gadafi. Berlusconi, incluso, se permitió calificar a Murabak un “hombre sabio” y un “punto de referencia”, sin que entremos a valorar sus negocios privados con Gadafi. La posición italiana en el Consejo Europeo y en los Consejos de Asuntos Exteriores impidió llegar a posiciones más avanzadas de acuerdos y tomar posiciones más duras. Sólo, una vez que Gadafi amenazó en su primer discurso a todos los rebeldes con la muerte y usó medios desproporcionados en la represión de la revuelta, la posición italiana cambió.

Si Italia habló claro desde el principio, dados sus intereses históricos y económicos con Libia, el resto de los Estados miembros jugó con una ambigüedad en los acuerdos que siempre llegaban descafeinados.

3. El peso diplomático de determinados Estados miembros.

Está claro, que no todos los Estados miembros tienen la misma capacidad diplomática. Como comentaba anteriormente, el peso específico de Francia y Reino Unido en las relaciones internacionales es apabullante. La capacidad de poner en marcha la resolución de la ONU viene de estos Estados junto con los EEUU. Desde que Obama, Cameron y Sarkozy hablaran por teléfono hace unas dos semanas, todo ha dado un giro importante. Desde entonces, se arrancó una declaración común al Consejo Europeo que dio pie al acuerdo de la Liga Arabe de pedir una zona de exclusión aérea sobre Libia y, finalmente, tras un segundo intento, la aprobación de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU a iniciativa del Líbano. La diplomacia franco-británica ha logrado el apoyo europeo y árabe y que ni China ni Rusia hicieran uso del derecho de veto en el Consejo de Seguridad, sin olvidar la consideración que los revolucionarios libios tienen actualmente a Francia.

4. La iniciativa individual de los Estados miembros

Si una de las claves de la Política Exterior Común es, precisamente, que sea una política de consenso, la iniciativa francesa de reconocer unilateralmente al Gobierno de Transición Libio como representante legal del Estado Libio vuelve a ser una manifestación más de que la política exterior de los Estados miembros prima sobre la de la Unión (no ha cambiado nada desde que Alemania reconoció a Croacia sin el consenso europeo, de las diferentes posiciones en el Consejo de Seguridad de la ONU…etc).

Cierto es, que el golpe de efecto francés pretendía forzar un acuerdo en la UE y que, de alguna manera, lo logró en el pasado Consejo Europeo, cuando declaró al Gobierno de transición como el interlocutor válido. Me atrevería a decir, que con esa decisión unilateral, Sarkozy echó un órdago a todos sus socios europeos, para forzar un acuerdo.

Incluso el ya tradicional desacuerdo en el Consejo de Seguridad de la ONU de los países de la UE, Alemania se abstuvo en la aprobación de la Resolución sobre Libia.

5. La falta de un protocolo de actuación en situaciones de crisis políticas

Cabe poco decir en este punto. La crisis árabe en el marco de la Unión Europea solo ha demostrado que Europa no está prepara, que no existe un modelo de actuación, ni un proceso establecido y que todo depende de las personas que la impulsen. Así, si la autoridad de Asthon para lograr un acuerdo efectivo y ambicioso dista mucho de ser efectiva, sólo el liderazgo individual de quien aspira a ser un estadista mundial, como comentaremos más adelante, ha dado resultados.

6. La ausencia de liderazgo y de estadistas europeos

La Unión Europea vive uno de sus peores periodos de liderazgo, gracias a las crisis descubrimos figuras, ya pasó con la caída del muro de Berlín y, hoy, una vez más, las crisis alientan a los líderes con capacidad internacional a salir de sus casas.

Si Merkel está liderando con el apoyo de Sarkozy la reconstrucción económica europea, éste último, con el apoyo de Cameron, ha tomado las riendas de la diplomacia europea. Como ya lo hiciera Mitterand en el año 1989, Sarkozy impulsó el último Consejo Europeo a falta de la iniciática del Presidente permanente y del resto de los Jefes de Estado y de Gobierno de los Estados miembros. Ha tomado las riendas de la Comunidad Internacional, con un apoyo cercano y directo de Cameron y Obama, y ha liderado todo el proceso, que en una semana, ha terminado el 19 de marzo con la Cumbre de París, donde la coalición internacional ha asumido la intervención militar en Libia. Francia ha sido el primer país en atacar al régimen de Gadafi que no a Libia, en el espíritu de proteger a los insurgentes y a la población civil.

En suma, la Política Exterior Común sigue siendo un papel mojado entre las páginas de los Tratados Europeos. Si esta crisis, genera una reflexión, sobre quien debe liderar dicha política, su capacidad internacional, la limitación de los intereses nacionales a favor de la Unión y otras tantas cuestiones… será un logro y, ojalá dicha reflexión, nos lleve a cambios, a nuevas actitudes e intenciones y a una nueva forma de actuar.

1 comentario:

  1. ¿Auroritas"? (¿autoritas?)

    Totalmente de acuerdo, don Fernando. Aunque en realidad, definir los fallos de la UE en este campo, es como "seis razones por las que un zombi tiene ese comportamiento". Pueden ser o sesenta, pero la fundamental, realmene, la única, es que el Zombi está muerto. En el caso de la UE, es un sujeto que realmente no es tal:

    1º.- No es un sujeto. No es una persona, sino veintitantas. No hay una voluntad común, sino 27.
    2º.- No tiene un interés estratético claro común a medio o largo plazo.
    3º.- Por eso no actúa sin conocer la previa toma de postura de EEUU, a la que parte esencial de sus miembros se subordina.
    4º.- Por eso No es proactiva, sino reactiva.
    5º.- El tacticismo de cada estado miembro en pro de sus intereses/analisis particulares corto entorpecen, cuando menos, el esfuerzo común.
    6º.- La UE no sabe donde va, porque no puede decidir donde vá, mas que a muy corto plazo. Lo extraño sería que una persona tal supiera como dirigir sus relaciones con los demás.

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